♀️♂️ROLES DE GENERO: Red pills, Tradwifes, Justicia y sociedad contemporánea: entre la protección necesaria y los excesos normativos
- Mar Vildosola | Lux de luna

- 21 nov
- 4 Min. de lectura

La sociedad actual enfrenta una tensión creciente entre la búsqueda de justicia y la convivencia con nuevos modelos culturales que transforman la forma en que entendemos las relaciones, la violencia, la familia y la libertad. Este debate no puede reducirse a una simple confrontación entre hombres y mujeres, sino que exige un análisis profundo sobre cómo funcionan los sistemas jurídicos, cómo influyen los algoritmos y cómo las transformaciones sociales reconfiguran la vida cotidiana.
En primer lugar, la discusión sobre género muestra que los roles que tradicionalmente se atribuían al hombre y a la mujer no son rasgos biológicos, sino construcciones sociales que cambian con el tiempo. Sin embargo, el proceso de corrección histórica frente a siglos de desigualdad ha producido, en algunos contextos, respuestas normativas demasiado amplias que buscan proteger a las mujeres pero que, en ciertos casos, generan efectos colaterales sobre los hombres. Países donde una sola denuncia basta para detener preventivamente a un varón, aun sin pruebas tangibles, muestran que la intención protectora puede derivar en injusticias. Aunque las denuncias falsas siguen siendo minoría, su impacto mediático y social es devastador y erosiona la confianza en el sistema jurídico.

Por otro lado, la violencia de género sigue siendo un problema grave en América Latina y en el mundo. Las fallas judiciales no solo perjudican a hombres injustamente acusados, sino también a mujeres cuyas denuncias reales no son atendidas a tiempo, permitiendo que escalen hacia situaciones trágicas. La justicia que actúa solo por relatos es riesgosa, pero la justicia que ignora señales de peligro también lo es. De ahí surge la necesidad de sistemas equilibrados: no se debe encarcelar a alguien sin pruebas sólidas, pero tampoco se deben desestimar testimonios que podrían evitar un feminicidio.
En este ambiente ya complejo, las redes sociales amplifican la percepción de conflicto. Los algoritmos premian lo que genera indignación; así, los casos extremos, tanto de mujeres agresoras como de hombres violentos, parecen ser la norma. Esto distorsiona la realidad: fuera de las pantallas, la mayoría de personas vive vidas pacíficas, pero en Internet se promueve la idea de una guerra constante entre géneros. Sumado a esto, figuras mediáticas con discursos polarizantes alimentan resentimientos y simplificaciones que impiden el diálogo.
A nivel social, otro elemento crítico es la crisis de la familia y las nuevas formas de relación. La proliferación de relaciones abiertas, el miedo al compromiso, la inestabilidad emocional y la presión económica hacen que cada vez más personas rechacen la idea de formar una familia o tener hijos. Este fenómeno no surge del feminismo o del machismo, sino de una cultura que ha redefinido la libertad individual, a veces sin acompañarla de responsabilidad afectiva y comunitaria. El resultado es un clima de desconfianza, soledad y vínculos frágiles.
Finalmente, la inseguridad estructural y la desconfianza en las instituciones generan respuestas peligrosas. La justicia por mano propia —como las llamadas “limpiezas sociales” vistas en países de Latinoamérica— muestra el colapso del Estado de derecho y el avance de prácticas violentas disfrazadas de orden. Cuando la población deja de creer en la justicia imparcial, cualquier persona puede convertirse en juez y verdugo, lo que abre la puerta a abusos, discriminación y crímenes cometidos en nombre de la “seguridad”.
En síntesis, el desafío contemporáneo no es decidir si apoyamos a hombres o mujeres, sino cómo construir una sociedad donde la ley proteja sin destruir, donde la libertad no se convierta en abuso y donde las plataformas digitales no definan nuestra visión de humanidad. La respuesta requiere equilibrio: sistemas jurídicos basados en pruebas, políticas que protejan sin criminalizar injustamente, responsabilidad en el consumo de contenido y una ética social que combine derechos con deberes. Solo así podremos avanzar hacia una convivencia más justa y verdaderamente humana.

✅ 10 CONCLUSIONES GENERALES
1. Los roles de género no son naturales, sino construcciones sociales que cambian con el tiempo.
Aunque existen diferencias biológicas, la mayoría de expectativas sobre “lo masculino” y “lo femenino” provienen de normas históricas y culturales, no de la naturaleza.
2. Tanto el feminismo como los movimientos contrarios pueden caer en extremos que distorsionan la realidad.
Las redes sociales amplifican casos aislados, creando una falsa percepción de guerra entre hombres y mujeres.
3. Las leyes de protección a la mujer han sido necesarias, pero en algunos países han generado desequilibrios legales que afectan a hombres inocentes.
Prisión preventiva automática, denuncias sin pruebas y procesos largos pueden destruir vidas aun cuando no haya culpabilidad.
4. Las denuncias falsas existen, pero estadísticamente son una minoría.
Sin embargo, cuando ocurren pueden tener un impacto devastador, y el sistema muchas veces no castiga adecuadamente a quienes mienten.
5. También existe el problema contrario: denuncias reales ignoradas que terminan en violencia grave o feminicidios.
El sistema judicial falla en ambos sentidos, dejando desprotegidas tanto a mujeres como a hombres.
6. La inseguridad extrema en Latinoamérica lleva a la desconfianza en la justicia y, en algunos casos, a la justicia por mano propia.
Fenómenos como la “limpieza social” en Colombia muestran cómo el Estado puede fomentar prácticas violentas que derivan en terrorismo de Estado.
7. Algoritmos y redes sociales distorsionan profundamente la percepción pública sobre género, violencia y relaciones.
Lo que parece generalizado en TikTok o Instagram muchas veces es solo un contenido seleccionado por su capacidad de generar conflicto e indignación.

8. La idealización de la mujer (como ser puro, dulce o mágico) es tan dañina como su denigración.
Ambos extremos deshumanizan y dificultan relaciones saludables basadas en igualdad real.
9. La familia tradicional está en crisis por factores económicos, emocionales y socioculturales.

Inestabilidad afectiva, miedo al compromiso, relaciones abiertas y presiones modernas hacen que muchos jóvenes eviten tener hijos.
10. Existe un conflicto entre libertad individual y responsabilidad colectiva.
Fenómenos como OnlyFans muestran cómo las decisiones “libres” de adultos pueden crear incentivos sociales que impactan negativamente a adolescentes y a la cultura en general.




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